24 septiembre 2007

Destino

No sé dónde fueron a parar esas tres horas que hoy lunes decimos que nos faltan entre risas. Sólo sé que eran las siete de la mañana y que ahí estaba, con un amigo tan viejo como el propio sol, sentado frente a un almuerzo improvisado tras una larguísima noche de tentaciones. Inexplicablemente las corbatas estaban impolutas y en su lugar, a pesar de que habíamos recorrido el Puente de Santiago con los zapatos en la mano.

Tampoco sé cómo salió el tema, aunque puedo imaginar que salió precisamente a causa de la compañera de noche a la que escasas horas antes habíamos dejado en el portal de su casa, la que nos había susurrado quedamente que vivía sola y que la noche era muy larga. No era difícil saber por qué él habría negado con la cabeza si hubiera llegado a tomarla en serio: la duda era saber por qué lo habría hecho yo. Y de eso hablábamos, y de eso discutíamos, y de eso reíamos.

Y de repente, por primera vez desde que nuestras vidas se cruzaron, mi amigo me dijo lo que pensaba de tí y de mí, de nuestros periódicos ires y venires y encuentros y desencuentros y reencuentros. Y me dejó paralizado y completamente sobrio durante unos segundos. Asustado, aunque puedas pensar que exagero. Su repentina reflexión me acompaña todavía hoy, dos días despues, y se niega a dejarme solo. Y se niega a dejar de asustarme.

Maldita sea.

The 5.6.7.8's - Woo hoo

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Saludos a las aludidas. Y a las eludidas. :)

o s a k a dijo...

un maldito buen trago de realidad

n a c o
desdelaidentificación

Anónimo dijo...

Con lo bien que se vive en la inopia...