02 marzo 2006

Oniroteca

Diego Armando Panticosa es un personaje pintoresco de la Zaragoza del siglo XXI. Sus ojos son dos arcoiris cuando vaga de noche por el Casco Viejo, abriéndose paso entre la gente como una canica en una piscina de bolas. Las callejas estrechas y empinadas son serpientes infinitas en su mente y Armando baila mientras sortea disputas de pareja, grupos de gatas de despedida de soltera, adolescentes perdidos sentados sobre la acera con la mirada clavada en el asfalto, vendedores callejeros que le ofrecen Marlboro y Diazepán.

Diego Armando danza entre la gente, aunque nunca nadie llega a darse cuenta y los que más le confunden con otro borracho de fin de semana. Camina de puntillas y da pequeños brincos para pasar de hueco en hueco. Su mirada de mil colores abarca la Calle del Temple mientras sus brazos se separan a ambos lados de su cuerpo como alas de ángel, y Diego Armando aspira, aspira fuerte, y los sueños de la gente se pegan a él como hojas secas a la madera recien pintada.

Mientras salta y da piruetas, mientras cuida de no tropezar con nadie, Armando repasa las verdades y mentiras que adornan su cuerpo. Las ruindades, los deseos, los desengaños, las fantasías. Almacena los del tornero cocainómano con las del resto de niños que quisieron ser astronautas, y los de la mujer de la falda roja con los del resto de niñas que esperaron su príncipe azul sentadas junto a la ventana. Archiva sus sueños por orden de colores, un sistema que ideó hace años y que considera muy superior al alfabético para clasificar cosas intangibles y variables.

Las pocas personas que conocen su complejo trabajo le preguntan muchas veces qué tipos de sueños son los más repetidos, si los de vengarse del matón del colegio y estar por encima de todos, o los de atravesar el Amazonas a lomos de un caballo alado. Diego Armando encoje los hombros, sonríe con esa sonrisa de sobre mal pegado tan suya, y entrecierra los siete colores de sus ojos. No puede decirlo, es secreto profesional. Lo único que llega a admitir es que los sueños varían, que una misma persona tiene ilusiones diferentes según sea de día o de noche, según se sienta amado o abandonado, según en el dado salga par o salga impar, pero que sus sistema de archivo está preparado para ello.

Su labor no es juzgar. "A los que juzgan sueños les pagan", suele rematar quedamente.

Biblomante

Sigur Rós - Sorglega

1 comentario:

Anónimo dijo...

Diego armando siempre ha sido el número uno, y el casco viejo de zaragoza una buena cancha para mostrar sus genialidades.
Me ha encantado biyu