Hay recuerdos imborrables, especialmente si lo que se recuerda es ese país mal definido que llamamos infancia. Un personaje agradable dentro de esos recuerdos suele ser ese familiar cercano pero al que no tenemos que aguantar a diario al que llamamos primo, a quién ves de tanto en cuando y con quien te vas midiendo de visita en visita, con quien juegas como si fuera un amigo pero en quien confías como si fuera un hermano, y a quien le soportas esa extraña manía de llamar "tíos" a tus padres. Y diez, quince años despues, cuando se van casando y van teniendo hijos que a su vez van teniendo sus propios primos, resulta reconfortante ver que aquellos que formaban una parte bonita de tu recuerdos siguen siendo una parte bonita de la realidad. Despues de tantos años creyendo en mi familia putativa es bonito ver que parte de mi familia real es, por lo menos, presentable.
Albert Plà - El gallo Eduardo Montenegro
03 julio 2006
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