La marca de La Bestia

Cuando yo era niño y vivía en mi barrio, una chica con la que a veces jugábamos por la calle y a la que a veces intentábamos espiar cuando jugaba con sus muñecas intentó suicidarse tirándose por la ventana del cuarto de estar de su casa. Las cuerdas de tender frenaron su caída y las únicas secuelas que le quedaron fueron algunas costillas rotas y un tratamiento psicológico que supongo debió ser bastante prolongado. Esta chica, de cuyo nombre ya ni me acuerdo aunque creo que era Cecilia, había intentado escaparse del Apocalipsis que le habían inculcado tanto en su tradicional casa como el el Sagrado Corazón de María. Los cuatro jinetes, la lluvia de fuego y la plaga de langostas acorazadas surgiendo del Absimo para herir a los impíos le había impactado lo suficiente como para intentar quitarse la vida con apenas diez años de edad.

La conclusión general fue que estaba loca.

No se creó alarma social. Nadie habló de los peligros que supone someter a un niño de corta edad a imágenes tan crudas y vivas. Nadie habló de cómo la Iglesia estaba pervirtiendo a la juventud ni robándole la infancia a toda una generación. Nadie puso el grito en el cielo ni pidió reglas y leyes que regularan el acceso de niños a material eclesiástico, ni tampoco se sugirió ningún Chip Anticlerical. Y Jesucristo siguió azotando mercaderes, Jehová siguió destruyendo la vida de Job con crueldad y sadismo y el ángel de la muerte siguió matando a todos los primogénitos egipcios entrando en las casas por las noches.

En horario de todos los públicos.

Weezer - Glorious day