Es muy difícil hacer una secuela de una película o una novela realmente exitosa. Muchas veces se intenta copiar una fórmula y se hace de manera errónea, dándole la razón al bien conocido refrán sobre las segundas partes.
Para comenzar, debes tener una idea clara de lo que quieres conseguir con esa segunda parte. No se hace una continuación de una obra ya conclusa porque sí: se hace de manera volitiva, con la intención de contar algo. Debes descubrir qué hacía que tu obra original funcionase y esto, si el acto de creación fue algo inconsciente e intuitivo, puede llegar a ser una tarea imposible. A la vez que se hace esto, hay que tener mucho cuidado con no realizar una copia del original cambiando únicamente personajes, localizaciones y algún que otro nombre propio. En el arte de encontrar el equilibrio entre "lo que funcionó originalmente" y "lo nuevo para evitar el estancamiento" es donde radica la diferencia entre una buena secuela y un sucedáneo que vive de antiguos éxitos. Y todo ello teniendo en cuenta que la nueva obra no debe negar la original: el viejo truco de "la obra original no era más que un prólogo" no solo devalúa dicha obra, sino que le resta originalidad a la nueva creación y deja en entredicho la capacidad del autor para urdir una trama coherente.
Por eso El Padrino Parte II es una secuela magnífica: toma todo lo que le daba personalidad a la primera parte pero varía radicalmente la estructura, llegando a romper la unidad de tiempo, sabiendo que la fuerza de la saga de Mario Puzo radica tanto en su impecable realización como en la figura de la familia Corleone. Por eso El Imperio Contraataca es una secuela fantástica: toma los personajes de la primera parte y los saca de su contexto de western para meterlos en una épica shakesperiana, sabiendo que en la interacción entre los tres personajes principales y en el concepto místico de La Fuerza es donde está el quid de la saga. Por eso hay segundas partes que sí que son buenas.
Y por eso ahora te pido que hagas tus maletas, cojas la puerta y te vayas de mi casa.
The Flaming Lips - Yoshimi battles the Pink Robots, part 1
29 noviembre 2006
Gente muy profunda
- Quizás lo que ocurre es que pienso las cosas demasiado.
- No, lo que pasa es que las piensas demasiado poco y por eso no sueltas más que gilipolleces.
Kenickie - Punka
- No, lo que pasa es que las piensas demasiado poco y por eso no sueltas más que gilipolleces.
Kenickie - Punka
28 noviembre 2006
Día Internacional del Gato Rubio
En este blog lo celebramos con esta bonita instantánea de la Nebulosa Ojo de Gato.
Muacks.
Cat Power - The greatest
Muacks.
Cat Power - The greatest
27 noviembre 2006
22 noviembre 2006
Richey James Edwards
Hay un décimo aniversario que pasó completamente desapercibido en nuestro país, y me refiero a prensa generalista, claro. Así como el de la trágica muerte de Kurt Cobain a los 27 años de edad recibió una bestial cobertura mediática, los diez años de otro suceso importante del mundo de la música pasaron a hurtadillas. El pop es ingrato, y muchas veces convierte en estrellas a personas que no lo quieren ser. En cambio Richey siempre quiso ser conocido, siempre quiso atención.
Richey Edwards vivió en su piel esa explosión de imaginación que ocurrió en la década de los noventa, el britpop. Considerado casi universalmente un músico mediocre que ni siquiera tocaba la guitarra y se limitaba a mover la mano por las cuerdas durante sus primeros conciertos, Richey comenzó su carrera musical como roadie de los Manic Street Preachers pero pronto se convirtió en el guitarrista del grupo. Curiosa evolución, de conducir la furgo a convertirse en la cara pública de un grupo. Y es que lo que a Richey le faltaba como músico le sobraba como estrella del pop. Le sobraba actitud, le sobraba pose y le sobraba inteligencia para vender a su banda.
Richey no sólo era un fantástico letrista (The Holy Bible, tercer e indudablemente mejor disco de los Manics, queda atrás para atestiguarlo) sino que tenía todo lo necesario para ascender al Olimpo de los Dioses del Pop: estilo de vestir llamativo, apariencia ambigua, aspecto de chico atormentado, personalidad enigmática, depresion intermitente, problemas con el alcohol, extrema fragilidad, historias de cómo se inyectaba pasta de dientes o cómo nunca hacía ni una sola comida completa al día... Lo que le faltaba para dejar de ser persona popular y convertirse en auténtica leyenda lo consiguió mediante dos actos concretos.
En 1991, Steve Lamacq, periodista de la mítica revista británica NME, entrevistó a Richey tras un concierto. Los Manics habían estado realizando declaraciones bastante escandalosas a la prensa y Lamacq comenzó a presionar a Edwards para que confesara si realmente su actitud no era únicamente pose. Richey, para terror del periodista, sacó de su bolsillo una cuchilla de afeitar y, dejando al aire su antebrazo izquierdo, talló con ella "4REAL" ("en serio", "de verdad") en su propia piel. Su sangriento acto publicitario causó que tuvieran que darle once puntos de sutura. Esa explosión de puro nihilismo pop le transformó en estrella, en mito de un movimiento musical deseoso de tener ídolos, obviando por supuesto el hecho de que esta no fuera ni mucho menos la primera vez que Richey se había infligido heridas a sí mismo. Por algo llevaba encima una cuchilla de afeitar.
Su auténtico paso a la leyenda se produjo años despues, cuando desapareció. Se esfumó por completo, sin siquiera un puf. Encontraron su coche abandonado el 17 de febrero de 1995, tras quince días de desaparición. No dejó un cadáver con un agujero de bala ni un cuerpo en el fondo de una bañera, sino únicamente preguntas, incertidumbre y gente llorándole. Por supuesto, su edad cuando desapareció era de 27 años.
Tras diez años de cuerpos falsamente identificados y de gente que asegura haberle visto en India o Canarias, Richey continúa en ese limbo del mito del que no parece que tenga intenciones de volver. ¿Otro chico masticado por la industria, un chalado obsesionado con llamar la atención o un mártir del rock? Vuestra elección. En cuanto a los Manic Street Preachers, bueno, mejor no hablar de su carrera actual, ¿verdad? Se podrían haber esfumado tambien...
Manic Street Prachers - She is suffering
Richey Edwards vivió en su piel esa explosión de imaginación que ocurrió en la década de los noventa, el britpop. Considerado casi universalmente un músico mediocre que ni siquiera tocaba la guitarra y se limitaba a mover la mano por las cuerdas durante sus primeros conciertos, Richey comenzó su carrera musical como roadie de los Manic Street Preachers pero pronto se convirtió en el guitarrista del grupo. Curiosa evolución, de conducir la furgo a convertirse en la cara pública de un grupo. Y es que lo que a Richey le faltaba como músico le sobraba como estrella del pop. Le sobraba actitud, le sobraba pose y le sobraba inteligencia para vender a su banda.
Richey no sólo era un fantástico letrista (The Holy Bible, tercer e indudablemente mejor disco de los Manics, queda atrás para atestiguarlo) sino que tenía todo lo necesario para ascender al Olimpo de los Dioses del Pop: estilo de vestir llamativo, apariencia ambigua, aspecto de chico atormentado, personalidad enigmática, depresion intermitente, problemas con el alcohol, extrema fragilidad, historias de cómo se inyectaba pasta de dientes o cómo nunca hacía ni una sola comida completa al día... Lo que le faltaba para dejar de ser persona popular y convertirse en auténtica leyenda lo consiguió mediante dos actos concretos.
En 1991, Steve Lamacq, periodista de la mítica revista británica NME, entrevistó a Richey tras un concierto. Los Manics habían estado realizando declaraciones bastante escandalosas a la prensa y Lamacq comenzó a presionar a Edwards para que confesara si realmente su actitud no era únicamente pose. Richey, para terror del periodista, sacó de su bolsillo una cuchilla de afeitar y, dejando al aire su antebrazo izquierdo, talló con ella "4REAL" ("en serio", "de verdad") en su propia piel. Su sangriento acto publicitario causó que tuvieran que darle once puntos de sutura. Esa explosión de puro nihilismo pop le transformó en estrella, en mito de un movimiento musical deseoso de tener ídolos, obviando por supuesto el hecho de que esta no fuera ni mucho menos la primera vez que Richey se había infligido heridas a sí mismo. Por algo llevaba encima una cuchilla de afeitar.
Su auténtico paso a la leyenda se produjo años despues, cuando desapareció. Se esfumó por completo, sin siquiera un puf. Encontraron su coche abandonado el 17 de febrero de 1995, tras quince días de desaparición. No dejó un cadáver con un agujero de bala ni un cuerpo en el fondo de una bañera, sino únicamente preguntas, incertidumbre y gente llorándole. Por supuesto, su edad cuando desapareció era de 27 años.
Tras diez años de cuerpos falsamente identificados y de gente que asegura haberle visto en India o Canarias, Richey continúa en ese limbo del mito del que no parece que tenga intenciones de volver. ¿Otro chico masticado por la industria, un chalado obsesionado con llamar la atención o un mártir del rock? Vuestra elección. En cuanto a los Manic Street Preachers, bueno, mejor no hablar de su carrera actual, ¿verdad? Se podrían haber esfumado tambien...
Manic Street Prachers - She is suffering
10 noviembre 2006
Infancia
El sol deslizaba su lengua sobre la pareja, que descansaba en ambos lados del sofá.
- No sé cómo puedes seguir con eso. No soporto la ciencia ficción.
Él suspiró, se frotó los ojos y la miró con una sonrisa en la boca.
- Adelante...
- ¿Adelante qué?
- Vas a contarme por qué no soportas la ciencia ficción, ¿no? Venga, adelante, tienes toda mi atención.
Ella sonrió con un falso ademán de victoria y cruzó las manos tras la nuca.
- No puedo engancharme a algo que no me pueda creer, ya lo sabes. Me ocurre lo mismo con la fantasía.
- Muchas de las obras más importantes escritas por el hombre han sido fantasía, corazón.
- Ya, y eso aún lo entiendo, porque ha existido toda la vida y supongo que es inconsciente que a mucha gente le produzca maravilla, pero... ¿clones y marcianos?
Él se rió y se acurrucó junto a ella.
- Bueno, no toda la ciencia ficción es tan deshumanizada como dices, que lo estás pintando muy mal. La ciencia ficción blanda utiliza el disfraz de la ciencia para contarnos historias fundamentalmente humanas, para crear contextos extraños en los que nuevas situaciones puedan ocurrir.
Ella levantó una ceja y sonrió, siguiendo el juego. Él puso falsete académico y continuó:
- Y la ciencia ficción dura, aunque ya sabes que no es mi subgénero favorito, muchas veces ha servido como advertencia sobre el futuro.
- Ya, claro. No tiene nada que ver con que sus autores suelan ser licenciados en ciencias que se aburren y no saben qué hacer con sus teorías raras.
- Bueno, quizás ahí tengas un punto a tu favor. Aunque en lo de no poder suspender tu incredulidad... bueno, quizás sea un problema de imaginación atrofiada...
Ella abrió los ojos y cambió su gesto a uno de falsa indignación. Él sonrió y desconectó el interfaz hombre-máquina. Las páginas de El fin de la infancia dejaron de descargarse en su cerebro. Ella seguía hablando:
- Ahora me dirás que te puedes creer que podremos reescribir nuestro código genético en el futuro, ¿verdad? Que eso se lo crean los transhumanistas trasnochados que aún no han superado la década de los cuarenta y se gastan todos sus ahorros en injertarse nuevo hardware... aún lo entiendo. Pero una persona normal y supuestamente culta como tú...
Él se abalanzó sobre ella y sus carcajadas resonaron por la vacía habitación activando sin querer el interruptor auditivo del perro, que se deslizó por la habitación con un zumbido hidráulico mientras ladraba pidiendo atención. Él la besó. Ella le susurró mientras le mordía el lóbulo de la oreja:
- Bueno, por lo menos hay una cosa que seguramente no cambie en el futuro.
Él sonrió y deslizó su cubierta parietal, desenroscando lentamente un jack rectangular que brillaba al sol artificial de la habitación y que despertó en ella una sonrisa morbosa mientras descubría a su vez su puerto ventral. Él terminó su frase:
- El standard USB de conexión ha demostrado ser muy fiable, ¿verdad?
The Postal Service - Umbrella
- No sé cómo puedes seguir con eso. No soporto la ciencia ficción.
Él suspiró, se frotó los ojos y la miró con una sonrisa en la boca.
- Adelante...
- ¿Adelante qué?
- Vas a contarme por qué no soportas la ciencia ficción, ¿no? Venga, adelante, tienes toda mi atención.
Ella sonrió con un falso ademán de victoria y cruzó las manos tras la nuca.
- No puedo engancharme a algo que no me pueda creer, ya lo sabes. Me ocurre lo mismo con la fantasía.
- Muchas de las obras más importantes escritas por el hombre han sido fantasía, corazón.
- Ya, y eso aún lo entiendo, porque ha existido toda la vida y supongo que es inconsciente que a mucha gente le produzca maravilla, pero... ¿clones y marcianos?
Él se rió y se acurrucó junto a ella.
- Bueno, no toda la ciencia ficción es tan deshumanizada como dices, que lo estás pintando muy mal. La ciencia ficción blanda utiliza el disfraz de la ciencia para contarnos historias fundamentalmente humanas, para crear contextos extraños en los que nuevas situaciones puedan ocurrir.
Ella levantó una ceja y sonrió, siguiendo el juego. Él puso falsete académico y continuó:
- Y la ciencia ficción dura, aunque ya sabes que no es mi subgénero favorito, muchas veces ha servido como advertencia sobre el futuro.
- Ya, claro. No tiene nada que ver con que sus autores suelan ser licenciados en ciencias que se aburren y no saben qué hacer con sus teorías raras.
- Bueno, quizás ahí tengas un punto a tu favor. Aunque en lo de no poder suspender tu incredulidad... bueno, quizás sea un problema de imaginación atrofiada...
Ella abrió los ojos y cambió su gesto a uno de falsa indignación. Él sonrió y desconectó el interfaz hombre-máquina. Las páginas de El fin de la infancia dejaron de descargarse en su cerebro. Ella seguía hablando:
- Ahora me dirás que te puedes creer que podremos reescribir nuestro código genético en el futuro, ¿verdad? Que eso se lo crean los transhumanistas trasnochados que aún no han superado la década de los cuarenta y se gastan todos sus ahorros en injertarse nuevo hardware... aún lo entiendo. Pero una persona normal y supuestamente culta como tú...
Él se abalanzó sobre ella y sus carcajadas resonaron por la vacía habitación activando sin querer el interruptor auditivo del perro, que se deslizó por la habitación con un zumbido hidráulico mientras ladraba pidiendo atención. Él la besó. Ella le susurró mientras le mordía el lóbulo de la oreja:
- Bueno, por lo menos hay una cosa que seguramente no cambie en el futuro.
Él sonrió y deslizó su cubierta parietal, desenroscando lentamente un jack rectangular que brillaba al sol artificial de la habitación y que despertó en ella una sonrisa morbosa mientras descubría a su vez su puerto ventral. Él terminó su frase:
- El standard USB de conexión ha demostrado ser muy fiable, ¿verdad?
The Postal Service - Umbrella
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