16 abril 2009

Gesundheit

Hace un rato estaba leyendo sobre el próximo volumen de la Liga de Hombres Extraordinarios de Alan Moore que pronto se va a comenzar a publicar. Aunque quizás sepais de ella únicamente a través de la horrorosa versión fílmica que Hollywood nos dejó caer y que entre otras cosas alienó a Moore para siempre del mundo del celuloide y mató al steampunk como posible género cinematográfico, el concepto tras la LXG es el mismo: inicialmente comenzó simplemente como "superheroes del siglo XIX" pero pronto evolucionó a un mundo en el que nuestra ficción era completamente real y en el que el Capitán Nemo convivía con Mina Harker y ambos luchaban contra los marcianos de H. G. Wells y se enfrentaban a las conjuras del maligno Fu Manchu. Un concepto apasionante, ya que de manera no tan inconsciente como pudiese parecer destila el zeitgeist británico y lo convierte en una aventura: el mundo fantástico tanto de Alan Moore como de Philip José Farmer (novelista poco conocido en nuestro país que publicó novelas y cuentos en los que Tarzán, Doc Savage y Sherlock Holmes respiraban el mismo aire) resume de manera perfecta el sentir popular de las culturas que los engendraron. ¿Qué son los marcianos sobre sus trípodes mecanizados sino la callada vergüenza por los excesos del colonialismo británico?

Y entonces me llega la pregunta inevitable: ¿cómo sería el Ficciomundo español? Y divagando sobre ello me encuentro un mundo de ficción desolador que se da demasiada importancia a sí mismo, donde la imaginación desbaratada de nuestros vecinos brilla por su ausencia. Un mundo más de pesadilla que de sueño, donde la ficción no es sino la realidad deformada por el prisma del autor y proyectada sobre una pantalla apolillada. ¿Qué sería el héroe de nuestro Ficciomundo español? ¿Un agente secreto al servicio del misterioso superintendente Vicente? ¿Quizás viviría en una ficticia metrópolis sita en la Ínsula Barataria? ¿Quizás contaría con Crispín del Capitán Trueno como antepasado, o quizás Roberto Alcázar hubiese torturado a su padre en una comisaría fascista? Su mundo de aventuras sería un mundo de aldeas negras viviendo una eterna posguerra espiritual, donde nuestro héroe buscaría la Cruz del Diablo o investigaría la leyenda de la Sombra Blanca de Casarás llegando finalmente hasta la misteriosa aldea de Castroforte del Baralla y enfrentándose al Hombre Lobo de Paul Naschy. Material fantástico no falta, no, pero no es un mundo que podamos sentir como mundo propio excepto esforzándonos en hacerlo nuestro. En realidad pienso que las aventuras de nuestro héroe serían interesantes únicamente en contraposición con las del mundo exterior. Sus extravagantes aventuras contra nuestro sórdido realismo y nuestra banal vida cotidiana.

Y la verdad es que es un Ficciomundo triste, sombrío, desolador, que no sé si realmente representa el espíritu de España. ¿Somos así de grises o simplemente nunca nos han dejado desplegar las alas y soñar? Quizás ya se nos haya olvidado. El caso es que me resulta depresivo mirar a ese mundo, tanto que ni siquiera tengo ganas de escribir el cuento corto que había pensado escribir y me conformo con esta entrada de blog.

La Bien Querida - Monte de Piedad

15 abril 2009

Invierano

Correteo, correteo, correteo, que ya puedo andar.

Me detiene un entrevistador modelo gracioso de la cadena local y me pregunta mi opinión sobre Educación para la Ciudadanía. Se la expongo (básicamente: otro hecho vergonzoso de manipulación por ambos lados ya que todo ese temario ya se está enseñando bajo otros nombres). Me hace leer un fragmento de un libro de texto sobre la homosexualidad y bromea sobre mi propia orientación sexual. Sé perfectamente qué parte saldrá en la tele, pero me da igual.

Me detengo en mi camino y entro en la Librería General a ver si tienen una edición barata y en español de Matadero Cinco que poder comprar y regalar a cualquiera que pueda apreciarlo. La simpática dependienta me dice compungida que está agotado pero que es un buen libro. Concuerdo en que es una obra maestra y como sé que ya encontraré una copia, me da igual.

Me veo un segundo en el espejo de una peluquería pija de señoras pijas y me doy cuenta de que sigo estando gordo, pero me da igual.

Mientras espero en el semáforo oigo a unos muchachos sudamericanos comentan y asienten entre sí cómo es completamente imposible para ellos ver los pechos de una mujer y no imaginarse a sí mismo tocándolos. Pienso que eso a mí me ha ocurrido en contadas ocasiones y no sé qué significa, si que soy decente y maduro o que el entrevistador tenía razón. Realmente me da igual.

Leo en mi teléfono móvil que Franco Volpi ha muerto atropellado. Me llena de tristeza, como tambien me llena de tristeza pensar en las pocas personas de este paso de cebra que habrás siquiera oído hablar de él.

Mi móvil me recuerda inútilmente que mañana es el cumpleaños de mi ex-novia y como sé que dejó de leer mi blog hace meses pienso que si me da por hacer una entrada de paseo como la que estoy haciendo lo mencionaré, porque realmente que se vea aquí o no me da igual.

Camino como siempre, sonriendo, bajo el cielo de color indefinido de esta estación que no es primavera sino una especie de brusco escalón entre invierno y verano que estamos bajando a trompicones. Me da igual. Tres palabras que nunca han sonado tan bonitas como hoy, porque estoy feliz y voy a permitirme desinteresarme de todo durante al menos un par de horas más.

Tulsa - Oviedo